Hoy Giuliana nos trae un nuevo vlog con el tema: ¿sirve el sentido común para educar? Te invitamos a verlo y compartirlo:
¿Es suficiente sólo el sentido común para formar a nuestra familia?
Si bien hoy existe muchísima información que está a un clic de distancia, los padres debemos ser conscientes de que no todo lo que encontramos a la mano es necesariamente contenido valioso o útil para educar a nuestros hijos o llevar adelante un matrimonio. ¿Por qué, sino, con tanto que leer y miles de teorías que enseñan a alcanzar la supuesta perfección, hoy se detecta un mayor número de dificultades en el núcleo familiar como son los divorcios, los problemas de aprendizaje, diversos trastornos, adicción a los videojuegos y a la tecnología, embarazos no deseados, carencias afectivas, entre otros?
Frente a esta realidad, ¿qué nos queda hacer? ¿Botamos todos los libros a la basura, nos desconectamos de Internet y ponemos al sentido común como guía de nuestros valores y decisiones familiares? No creo que esa sea la solución.
Tal como menciono en el video, hoy el sentido común quizá no es el mejor aliado para nuestra vida familiar. Está claro que no podemos tomar absolutamente todas las decisiones previa consulta en una biblioteca de libros especializados. Sin embargo, también es cierto que cuando se trata de identificar los valores centrales que queremos que guíen nuestra vida familiar, el sentido común no es suficiente. Necesitamos, tal vez, una guía más consistente. Una de las razones principales de esto es que hoy el relativismo –y no es necesariamente culpa de nosotros, los padres– ha invadido nuestro hogar y, muchas veces, nos sentimos muy confundidos sobre qué hacer con respecto a ciertas situaciones cotidianas que se manifiestan. Por ejemplo, cuando llega la hora de que nuestra hija adolescente vaya a una fiesta. ¿La dejamos ir con falta corta o mejor no? ¿La dejamos llegar muy tarde o establecemos un límite horario más rígido? ¿Sigo mi instinto que me dice que la falda debe ser más larga y que la llegada más temprano, o me dejo llevar por lo que hacen la mayoría de padres que no ven nada de malo en que una chica de quince años llegue a la casa luego de las tres de la mañana?
De lo que acabo de decir, podemos concluir además que entre las personas que conforman la comunidad cercana en la que nos desenvolvemos puede haber personas que piensen A y otras Z sobre un mismo asunto y, a los ojos del mundo de hoy, ambas posiciones son “válidas”. ¿Cómo, entonces, saber qué es lo verdadero, lo bueno y lo bello que nos puede llevar a ser mejores personas y una mejor familia?
La respuesta aunque no lo crean, sí tiene mucho que ver con el sentido común: tenemos que educarlo para poder confiar en él. Si no lo hacemos, siempre estaremos a merced de la teoría educativa de moda, de lo que más nos gusta o lo que nos es más cómodo. ¿Cómo se educa el sentido común? Es un proceso, que no es inmediato, en el que vamos configurando nuestro universo de valores, esos principios que deben ser guías seguros e irrenunciables para la vida, que nos ayudarán a llegar allí donde queremos llegar. Para ello, como cristianos, el punto de partida siempre es el encuentro con Jesús. Él nos ha señalado con su vida, sus palabas, su Buena Nueva, un camino para recorrer y una serie de principios de vida que seguir que son roca firme sobre la que podemos edificar.
Todo ello, como es evidente, se encuentra en el Evangelio. Y por ello es tan importante leerlo. Pero, ojo, no como quien lee un libro de recetas o autoayuda. La vida y las enseñanzas de Jesús que allí se contienen requieren un compromiso personal, un cambio en la propia vida, un ir asimilando lo que Jesús nos dice e integrándolo en nuestra manera de ser y actuar. Sin duda, todo ello será guía esencial para que como padres aprendamos a tomar las mejores decisiones como personas, como matrimonio y como primeros educadores de sus hijos.
En el Evangelio Jesús nos da muchas respuestas. Un ejemplo muy concreto es el Sermón de la Montaña. ¿Qué virtudes debo priorizar en la educación de mis hijos? Basta con leer las Bienaventuranzas y tenemos el camino de la formación humana de nuestros hijos prácticamente resuelto. Como este, hay infinidad de ejemplos.
Debemos cultivar nuestro sentido común para recuperar la confianza en él. Para ello volvamos a los valores que siempre han funcionado y que llevan más de dos mil años ganando el primer lugar entre todos los métodos educativos. Hagamos la prueba.
© 2016 – Giuliana Caccia Arana para el Centro de Estudios Católicos – CEC
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